jueves, 18 de diciembre de 2014

Quién creería

Quien creería, tarde acostumbrada, que al galope de mi bicicleta regalada, tras doblar la esquina y zafar glorioso de las garras de tres fieras enchapadas, tendría la suerte de divisarte tras las negras rejas de tu casa para, en cuestión de segundos, hundirme hasta lo más profundo de mi joven aljibe donde escondo el agua turbia que en la peores tormentas me rebasa.

Como desterrado por decisión propia, barría el hombre encorvado la hojarasca. Bastó que no me mirase para descubrir que hasta el cielo me engañaba. Su azul rostro de un resplandeciente gris maquillaba para, entibiando el invierno, acercarme la noticia. Noté entonces que el barrio estaba quieto, solo el viejo se movía.

El peligro presentí y no tenía tiempo que perder. El galope apresuré, pero fue inútil. Alcanzó el fugaz momento para que se abriera paso el verdugo de mis miedos y tras velarme el dulce sueño y orar por el viejo bajo el cielo, puso en duda mi existencia.

No me achiqué, di lucha intensa, y a fuerza de locura y resistencia, a carcajadas y abrazados terminamos riendo. No me pregunten más, prefiero no hablar de ello.

De pronto, como de tropiezo, retomaba la comedia el movimiento y por más que el viejo ni enterado, yo feliz de aquel encuentro.


Lucas Córdova

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